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Murciélago común
(Tadarida brasiliensis)

Este murciélago representa a la especie más frecuente en grandes ciudades. Comunmente habita tapa rollos, altillos, techos, huecos en árboles, etc. Pertenece al Orden Quiróptera y se encuantra protegido por ley, fundamentalmente por su efecto benéfico al alimentarse de insectos voladores (mosquitos, polillas, etc.).   

Este murciélago pertenece al suborden de los Microquirópteros dentro del orden Quiróptera (Chiroptera). Estos murciélagos en general pueden medir entre 4 y 16 centímetros, pesan entre 15 y 160 gramos, se alimentan de frutas, néctar, insectos o sangre según la especie. Pueden o no tener pelos, aunque nunca en gran densidad. Esto tiene íntima relación con la ineficiencia que poseen para regular la temperatura. El ciclo reproductivo suele durar un año, donde la gestación es de 90 días aproximadamente, y cada hembra pare una cría. La época donde se concentra mayor cantidad de pariciones suele ser primavera-verano. El murciélago común, Tadarida brasiliensis, mide unos 9 centímetros y pesa alrededor de 15 gramos. La coloración varía de gris a marrón claro. Los adultos poseen un manto de pelos cortos en el tercio superior del cuerpo. El pabellón auricular es muy prominente, siendo una estructura sumamente importante en el mecanismo de eco localización. Este mecanismo le permite a este tipo de murciélago emitir ondas ultrasónicas que rebotan contra los objetos y devuelven sonidos (ecos) que son captados por el propio animal. A diferencia de otros murciélagos, el murciélago común posee muy mala visión y utiliza ondas sonoras para desplazarse y detectar presas en el aire. Se alimentan de insectos en gran cantidad, pudiendo consumir su propio peso en una noche. Prefieren lepidópteros (polillas, mariposas nocturnas), aunque pueden alimentarse de diversos insectos voladores incluidos los mosquitos. Su vuelo es errático y poco agraciado, dado principalmente porque se encuentra gobernado por el planeo. Los murciélagos suelen colgarse (perchado) en la salida de los nidos y al momento de emprender el vuelo se desprenden, abren las alas y comienzan a planear. No poseen la capacidad de iniciar el vuelo desde el suelo. Si por alguna razón caen al suelo, deben desplazarse hasta una superficie vertical y trepar al menos un metro para poder iniciar su vuelo. Por tratarse de mamíferos benéficos, se encuentran protegidos por ley y no pueden ser eliminados. De esto surge que los tratamientos empleados sean en base a repelentes o bien con estructuras físicas que permitan la salida durante las horas de actividad (crepúsculo), pero no el reingreso.

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